viernes, 13 de octubre de 2017

LOS PILARES DE LA NACIÓN

Me siento muy orgullosa de publicar un texto que generó un gran estudiante  de 3er grado de nuestra escuela, al estar trabajando en la clase de Inglés con el cuadernillo "Los primeros días en el aula después de la emergencia". Guía para docentes de la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes Ciudad de México, 23 de  septiembre de 2017. Las actividades sugeridas nos llevaron a escribir y compartir como habían vivido el momento del Terremoto del 19 de septiembre de 2017 y diferentes vivencias nos llevaron a este excelente ensayo.

Les invito a leerlo, disfrutarlo y comentar al final.

AL HÉROE ANÓNIMO 

Y EN MEMORIA A LAS VÍCTIMAS. 

Desperté tratando de imaginar cómo se había vivido aquel diecinueve de septiembre de hace treinta y dos años pues esa mañana, irónicamente, tenía que leer una pequeña reseña histórica sobre aquel sismo devastador que hizo que el año mil novecientos ochenta y cinco marcara un antes y un después en la historia nacional. Por indicaciones de los maestros organizadores pedí mientras leía que se guardara un minuto de solemne silencio en memoria a las víctimas y entonces éste se abrió paso y reinó en toda la escuela y sus alrededores (algo raro y que, a decir verdad,creíamos imposible), nadie se atrevió siquiera a murmurar e incluso las aves parecían entender y respetar, era sepulcral, casi inquietante.

Dos horas después las clases habían terminado, salimos de la escuela con normalidad aunque un poco más tarde de lo habitual ya que aún resolvíamos algunos asuntos en clase; después caminábamos por la calle sin percatarnos de los movimientos de los objetos a nuestro alrededor y no fue hasta que sentimos la tierra sacudirse caprichosamente que abandonamos la hipótesis de que esos movimientos eran causados por el viento. Los árboles se sacudían violentamente, el piso pareció desplazarse y el temor se hizo presente en los rostros.
Traté de poner a salvo a mis amigos y a mí y pasado el ajetreo me dirigí apresurado a mi casa; se podía palpar la tensión en la calle, por el camino noté la desesperación y consternación que la gente sufría fuera de sus casas donde habían huido para evadir, afortunadamente, la fuerza de la tragedia.

La señal telefónica había colapsado y la energía eléctrica fue interrumpida, por lo que el único medio de información, como hace treinta y dos años años, era la radio.
La información llegaba a cuenta gotas, cada vez más amarga, las palabras faltaban, y acongojados, sólo nos atrevíamos a voltear a vernos los ojos.

En mi corta vida no había tenido noción de lo que era la desesperación, pero el fenómeno la presentó a mí en su más pura expresión, en esos momentos en que el pensamiento parece plantarse en la figura de seres queridos que se encontraban lejos en ese momento, en la necesidad de ayudar y en la angustia que engrosa los latidos y hace la fatalidad entrar en el corazón tomándola como propia.

Nadie podía mantenerse indiferente y aunque algunos dejaron ver la parte más lamentable de su ser, la necesidad de ayudar se cosió al corazón embargándolo y movió a las personas,la gente demostraba una fuerza y tenacidad que nadie sabía de donde venía  pero que todos reconocían y poseían. 

La aterradora y lamentable cifra de decesos continuamente subía, en muchos estados había afectaciones, pero la Ciudad de México había sido la más devastada; la extraordinaria leyenda de su fundación era también su tragedia.

Los reportajes de edificios colapsados se detuvieron por un momento para dar paso a informes sobre el protagonismo que las personas, que estaban cerca de esos edificios, empezaron a tomar, fue entonces cuando se transformaron en lo que algunos llaman "rescatistas", yo prefiero llamarles "héroes" y, seguramente, las personas rescatadas les llaman "ángeles" aún si caminan en cuatro patas; quienes estoica,valerosa y abnegadamente vieron la tragedia a la cara y no retrocedieron por la idea de perder, incluso, sus propias vidas, quienes ayudaron donando e incluso sólo compartiendo la angustia  que abrumaba a la nación. Septiembre aún guarda espacio para héroes patrios. 

 Las palabras "solidaridad" y "altruismo" no podrían ser mejor definidas, y estas mismas parecían convertirse poco a poco en una oleada, llegando a convertirse en un sentimiento que traspasó fronteras, mares y tierra. 

Lo vi, de cerca, vi el amor de madre, de amigo, de hermano, de ciudadano, de compatriota, estaba presente, aunque disfrazado detrás de una máscara de preocupación pero dispuesto, activo, fervoroso.

 El golpe no derrotó a la gente ni lo hará con una nación entera. Las diferencias eran las que yacían bajo los escombros puesto que se demostró que cuando salvar una vida es prioridad nada era una barrera, ni las limitaciones físicas, ni la edad, ni la situación en la que se encontraba cada persona. 

Nadie era diferente, el individualismo sucumbió ante la necesidad de cooperación, todos formaron uno, pronto todos éramos México.

 La esperanza latía al unísono con el corazón de las personas afectadas, los voluntarios y toda la nación. El puño cerrado en el aire se convirtió en un símbolo, la organización de la población era extraordinaria y siendo sincero, si no la hubiera visto con mis propios ojos la seguiría considerando utópica.


  La algarabía llegaba por momentos cuando una persona era rescatada, los palabras ¡Viva México! y algunas canciones como "Cielito Lindo" tomaban un significado diferente en voz de quienes albergaban la esperanza, el amor y la unión.

  Ni siquiera la lluvia detuvo las labores de rescate, la tierra parecía mofarse de lo ocurrido hace tiempo y no le bastó con el sismo que, además, provocó doce días antes, pero no era así, ella nos estaba demostrando su energía, su grandeza y pedía así que la valoráramos, nos habló y nos recriminó no apreciar la benevolencia y generosidad que nos muestra a diario y que a diario ignoramos.
También conversamos con la vida, nos advirtió de su fragilidad y nos sugirió evaluarnos y emprender la mejora.

Hubo lágrimas de dolor, de angustia, de desesperación pero también de alegría, de esperanza y emoción.

Las personas que lamentablemente fallecieron no se habrán ido mientras que su recuerdo persista en sus seres queridos y en los miles de personas, que estoy seguro, comparten su dolor alrededor de todo el mundo.

Este fenómeno nos demostró lo importante de la prevención, de la unión, la fortaleza y la vida misma, nos dio una oportunidad para pensar en nosotros y sobre nosotros, de conocer la solidaridad, y de vivir  y entender más allá de la leyenda del sismo que azotó al país, pero sobre todo mostró que aún existe humanidad en las personas.

México sigue esforzándose, México sigue íntegro y su entereza no claudicará hasta que su riqueza, que reside en su gente, se agote.

Gracias en nombre de México a todos los héroes que de alguna u otra forma se convirtieron en los pilares que levantaron una nación que parecía sucumbir, a "los mejores amigos del hombre" que son ahora  testimonio de la lealtad que puede existir entre ellos y un humano, y a todos los que con sólo compartir el dolor fueron parte de la experiencia que sin duda transformará a la sociedad mexicana
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Jonathan Alexis González Gallegos 3° C

1 comentario:

  1. Apreciable Jonathan Alexis (joven escritor) y respetable Jackeline Cárdenas (admirable maestra):
    No encuentro las palabras precisas para expresar mi admiración por lo que acabo de leer, por lo que expresan y por lo que hacen sentir al lector. Aun conmovido hasta las lágrimas, quiero plasmar este comentario, felicitando la sensibilidad de quien aprende en una escuela secundaria y el compromiso de quien enseña en ella.
    Perfectamente se ha dicho que esta generación es solidaria y tiene capacidad de reacción. Ambos ingredientes deben dejar a la sociedad la esperanza de, algún día, tener un país más justo y solidario, equitativo e igualitario.
    Mil gracias por dejarnos leer esta sensible obra literaria. ¡Felicidades a la comunidad de la Secundaria 68 "Estado de México", de Naucalpan de Juárez, Edomex.

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