Me
siento muy orgullosa de publicar un texto que generó un gran
estudiante de 3er grado de nuestra escuela, al estar trabajando en la
clase de Inglés con el cuadernillo "Los primeros días en el aula después de la emergencia".
Guía para docentes de la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional de
Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes Ciudad de México, 23
de septiembre de 2017. Las
actividades sugeridas nos llevaron a escribir y compartir como habían
vivido el momento del Terremoto del 19 de septiembre de 2017 y
diferentes vivencias nos llevaron a este excelente ensayo.
Les invito a leerlo, disfrutarlo y comentar al final.
AL HÉROE ANÓNIMO
Y EN MEMORIA A LAS VÍCTIMAS.
Desperté tratando de imaginar cómo se había vivido aquel diecinueve de
septiembre de hace treinta y dos años pues esa mañana, irónicamente,
tenía que leer una pequeña reseña histórica sobre aquel sismo devastador
que hizo que el año mil novecientos ochenta
y cinco marcara un antes y un después en la historia nacional. Por
indicaciones de los maestros organizadores pedí mientras leía que se
guardara un minuto de solemne silencio en memoria a las víctimas y
entonces éste se abrió paso y reinó en toda la escuela
y sus alrededores (algo raro y que, a decir verdad,creíamos imposible),
nadie se atrevió siquiera a murmurar e incluso las aves parecían
entender y respetar, era sepulcral, casi inquietante.
Dos horas después las clases habían terminado, salimos de la escuela con
normalidad aunque un poco más tarde de lo habitual ya que aún
resolvíamos algunos asuntos en clase; después caminábamos por la calle
sin percatarnos de los movimientos de los objetos a
nuestro alrededor y no fue hasta que sentimos la tierra sacudirse
caprichosamente que abandonamos la hipótesis de que esos movimientos
eran causados por el viento. Los árboles se sacudían violentamente, el
piso pareció desplazarse y el temor se hizo presente
en los rostros.
Traté de poner a salvo a mis amigos y a mí y pasado el ajetreo me dirigí
apresurado a mi casa; se podía palpar la tensión en la calle, por el
camino noté la desesperación y consternación que la gente sufría fuera
de sus casas donde habían huido para evadir,
afortunadamente, la fuerza de la tragedia.
La señal telefónica había colapsado y la energía eléctrica fue
interrumpida, por lo que el único medio de información, como hace
treinta y dos años años, era la radio.
La información llegaba a cuenta gotas, cada vez más amarga, las palabras
faltaban, y acongojados, sólo nos atrevíamos a voltear a vernos los
ojos.
En mi corta vida no había tenido noción de lo que era la desesperación,
pero el fenómeno la presentó a mí en su más pura expresión, en esos
momentos en que el pensamiento parece plantarse en la figura de seres
queridos que se encontraban lejos en ese momento,
en la necesidad de ayudar y en la angustia que engrosa los latidos y
hace la fatalidad entrar en el corazón tomándola como propia.
Nadie podía mantenerse indiferente y aunque algunos dejaron ver la parte
más lamentable de su ser, la necesidad de ayudar se cosió al corazón
embargándolo y movió a las personas,la gente demostraba una fuerza y
tenacidad que nadie sabía de donde venía pero
que todos reconocían y poseían.
La aterradora y lamentable cifra de decesos continuamente subía, en
muchos estados había afectaciones, pero la Ciudad de México había sido
la más devastada; la extraordinaria leyenda de su fundación era también
su tragedia.
Los reportajes de edificios colapsados se detuvieron por un momento para
dar paso a informes sobre el protagonismo que las personas, que estaban
cerca de esos edificios, empezaron a tomar, fue entonces cuando se
transformaron en lo que algunos llaman "rescatistas",
yo prefiero llamarles "héroes" y, seguramente, las personas rescatadas
les llaman "ángeles" aún si caminan en cuatro patas; quienes
estoica,valerosa y abnegadamente vieron la tragedia a la cara y no
retrocedieron por la idea de perder, incluso, sus propias
vidas, quienes ayudaron donando e incluso sólo compartiendo la angustia
que abrumaba a la nación. Septiembre aún guarda espacio para héroes
patrios.
Las
palabras "solidaridad"
y "altruismo"
no podrían ser mejor definidas, y estas
mismas parecían convertirse poco a poco en una oleada, llegando a
convertirse en un sentimiento que traspasó fronteras, mares y tierra.
Lo
vi, de cerca, vi el
amor de madre, de amigo, de hermano, de ciudadano, de compatriota, estaba presente, aunque disfrazado detrás de una
máscara de preocupación pero dispuesto, activo, fervoroso.
El golpe no derrotó a la gente ni lo hará con una nación entera. Las diferencias eran las que yacían bajo los escombros puesto
que se demostró que cuando salvar una vida es prioridad nada era una
barrera, ni las limitaciones físicas, ni la edad, ni la situación en la
que se encontraba cada persona.
Nadie era diferente, el individualismo
sucumbió ante la necesidad de cooperación, todos
formaron uno, pronto todos éramos México.
La
esperanza latía al unísono con el corazón de las personas
afectadas, los voluntarios y toda la nación. El puño cerrado en el aire
se convirtió en un símbolo, la organización de la población era
extraordinaria y siendo sincero, si no la hubiera visto con mis propios
ojos la seguiría considerando utópica.
La
algarabía llegaba por momentos cuando una persona era rescatada,
los palabras ¡Viva México! y algunas canciones como "Cielito Lindo"
tomaban un significado diferente en voz de quienes albergaban la
esperanza, el amor y la unión.
Ni
siquiera la lluvia detuvo las labores de rescate, la tierra
parecía mofarse de lo ocurrido hace tiempo y no le bastó con el sismo
que, además, provocó doce días antes, pero no era así, ella nos estaba
demostrando su energía, su grandeza y pedía así que la
valoráramos, nos habló y nos recriminó no apreciar la benevolencia y
generosidad que nos muestra a diario y que a diario ignoramos.
También conversamos con la vida, nos advirtió de su fragilidad y nos sugirió evaluarnos y emprender la mejora.
Hubo
lágrimas de dolor, de angustia, de desesperación pero también de alegría, de esperanza y emoción.
Las
personas que lamentablemente fallecieron
no se habrán ido mientras que su recuerdo persista en sus seres
queridos y en los miles de personas, que estoy seguro, comparten su
dolor alrededor de todo el mundo.
Este fenómeno nos demostró lo importante de la prevención, de la unión,
la fortaleza y la vida misma, nos dio una oportunidad para pensar en
nosotros y sobre nosotros, de conocer la solidaridad, y de vivir y
entender más allá de la leyenda del sismo que azotó
al país, pero sobre todo mostró que aún existe humanidad en las
personas.
México sigue esforzándose, México sigue íntegro y su entereza no claudicará
hasta que su riqueza, que reside en su gente, se agote.
Gracias en nombre de México a todos los héroes
que de alguna u otra forma se convirtieron en los pilares que
levantaron una nación que parecía sucumbir, a "los mejores amigos del
hombre" que
son ahora testimonio de la lealtad que puede existir entre ellos y un
humano, y a todos los que con sólo compartir el dolor fueron parte de la
experiencia que sin duda transformará a la sociedad mexicana.
Jonathan Alexis González Gallegos 3° C
Apreciable Jonathan Alexis (joven escritor) y respetable Jackeline Cárdenas (admirable maestra):
ResponderEliminarNo encuentro las palabras precisas para expresar mi admiración por lo que acabo de leer, por lo que expresan y por lo que hacen sentir al lector. Aun conmovido hasta las lágrimas, quiero plasmar este comentario, felicitando la sensibilidad de quien aprende en una escuela secundaria y el compromiso de quien enseña en ella.
Perfectamente se ha dicho que esta generación es solidaria y tiene capacidad de reacción. Ambos ingredientes deben dejar a la sociedad la esperanza de, algún día, tener un país más justo y solidario, equitativo e igualitario.
Mil gracias por dejarnos leer esta sensible obra literaria. ¡Felicidades a la comunidad de la Secundaria 68 "Estado de México", de Naucalpan de Juárez, Edomex.